Quizá usted sea uno de los miles de trabajadores que sale a diario hacia su trabajo. Cuando es contratado, el Código de Trabajo establece que su jornada diaria no debe exceder las ocho horas diarias y que por la semana se deben trabajar sólo cuarenta y ocho horas, pero ¿Sabe usted por qué eso es así?
Usted como trabajador le debe este logro a los denominados «sindicatos». La palabra «sindicato» viene del griego «syndikos» y significa «hacer justicia». Muchos trabajadores, debido a los abusos a los que eran sometidos y porque en la ley no tenían ningún respaldo, empezaron a unirse para buscar «JUSTICIA». Las condiciones laborales que debían enfrentar eran aterradoras.

Fábricas en los albores de la Revolución Industrial
Desde el inicio de la Revolución Industrial allá por la segunda mitad del Siglo XVIII y hasta casi su finalización en 1840, los trabajadores eran obligados a trabajar extenuantes jornadas de trabajo que incluso llegaban a la increíble cifra de dieciocho horas por día, los siete días de la semana. En esas épocas no importaba la edad. Todos, desde los niños más pequeños hasta los ancianos, tenían que trabajar bajo esas exigencias, sin considerar además las pésimas condiciones de trabajo que debían afrontar familias enteras para apenas subsistir con salarios injustos y trato inhumano.

Hurriers, tramperos y otros niños, asalariados o esclavos, de la Revolución industrial

Anciano realizando trabajo durante la Revolución Industrial
En esta época, las compañías estaban respaldadas por las mismas leyes para exigir que sus trabajadores cumplieran con las jornadas que les establecían. No habían garantías sociales, tampoco existía una política de salario mínimo, vacaciones o días libres en la semana. Los trabajadores, necesitados de trabajo y abandonados por el sistema judicial no tenían otra alternativa y aceptar la «esclavitud pagada», como se le llamaba en ese momento al «trabajo».
En los EE.UU y Canadá se gestaron los primeros movimientos para organizar a los trabajadores en sindicatos. Una de las primeras exigencias era el establecimiento de una jornada laboral de ocho horas, considerando la división natural del día en tres turnos con esa duración.
El Inicio de todo
Fue en el año de 1884 que la «American Labor Federation», establece que a partir del 1 de mayo de 1886 las jornadas laborales diarias debían respetar las ocho horas. Las luchas iniciaron y la oposición fue mayúscula. La prensa, controlada por los industriales y los magnates de la época, tildaban semejante pretensión como «delirio de lunáticos poco patriotas», señalando que trabajar sólo ocho horas equivalía a pedir salario por no trabajar.
Es así que, como última medida de presión, se inician las huelgas de los trabajadores. El 1 de mayo de 1886, doscientos mil trabajadores en todo el país iniciaron la gran huelga. En Chicago las condiciones laborales todavía eran peores para los trabajadores. La huelga se extendió el 2 y 3 de mayo. La única empresa que funcionaba era McCormick que producía equipo agrícola, pero trabajaba gracias a los denominados «rompe huelgas», ya que los empleados ya estaban en huelga desde el mes de febrero, pues los empresarios pretendían tomar dinero de los trabajadores para la construcción de una iglesia.
La policía intervino en una de las manifestaciones de forma agresiva. Disparó casi a quemarropa matando a 6 trabajadores y dejando a varias decenas de heridos.
El redactor del periódico «Arbeiter Zeitung», Adolph Fischer publicó lo siguiente:
Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormick, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costoso y se bebía a la salud de los bandidos del orden…
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!
Estas palabras a la postre, se convirtieron en prueba suficiente en los Tribunales para ser condenado a morir en la ahorca.
La Revuelta de Haymarket
El 4 de mayo en la noche, y durante la acción policial explota una bomba en medio de la multitud. Muere un policía y sus compañeros abren fuego de forma indiscriminada, matando a una cantidad indeterminada de trabajadores. Declaran estado de sitio en la ciudad y se detiene a centenares de obreros, quienes fueron culpados por la muerte del policía, siendo torturados y golpeados de forma salvaje.
La prensa de nuevo culpó a los trabajadores de la explosión. Opiniones como la siguiente eran de obligatoria lectura por parte de la sociedad:
Qué mejores sospechosos que la plana mayor de los anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación, y que en todos estos años no han hecho otra cosa que proclamar doctrinas sediciosas y peligrosas!
Luego de campañas de detenciones masivas, se llevó a cabo un juicio contra ocho trabajadores. Sobra decir que este juicio fue un remedo de justicia y que estuvo manipulado desde el principio. De esos ocho trabajadores, cinco fueron condenados a la ahorca y tres a prisión.
¿Quiénes eran estos hombres?
Fueron enviados a prisión:
- Samuel Fielden (inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil, condenado a cadena perpetua).
- Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor, condenado a quince años de trabajos forzados).
- Michael Schwab (alemán, 33 años, tipógrafo, condenado a cadena perpetua)
Fueron ahorcados públicamente:
- George Engel (alemán, 50 años, tipógrafo).
- Adolf Fischer (alemán, 30 años, periodista)
- Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista, esposo de la mexicana Lucy González Parsons aunque se probó que no estuvo presente en el lugar, se entregó para estar con sus compañeros y fue juzgado igualmente)
- August Vincent Theodore Spies (alemán, 31 años, periodista)
- Louis Lingg (alemán, 22 años, carpintero), para no ser ejecutado se suicidó en su propia celda
Victoria de los trabajadores: Se aprueba jornada de ocho horas al día
Es a finales de 1886 cuando varios sectores empresariales aprueban lo solicitado por los sindicatos de los trabajadores. El éxito fue tal, que la Federación de Gremios y Uniones Organizadas expresó su júbilo con estas palabras: «Jamás en la historia de este país ha habido un levantamiento tan general entre las masas industriales. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo ha impulsado a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones existentes, cuando hasta ahora habían permanecido indiferentes a la agitación sindical.»
Hoy, en el lugar en donde se dieron los hechos, existe una placa conmemorativa, con inscripciones posteriores que llaman a la reflexión.
Placa conmemorativa del gobierno de Chicago dedicada a los trabajadores involucrados en el incidente de Haymarket, los mártires de Chicago. En rotulador, «Primero tomaron vuestras vidas, ahora explotan vuestra memoria».
Por eso ahora, cada vez que llegue el 1 de Mayo piense en aquellos héroes que dieron sus vidas por la jornada laboral que hoy usted disfruta. Ocho hombres en la ciudad de Chicago agremiados en un sindicato de trabajadores que buscaron y obtuvieron justicia, no sólo para ellos, sino para todos los trabajadores del mundo.
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